domingo, 19 de febrero de 2012

Una espera a la visita...

La poesía viene a mí en los momentos más siniestros,
cuando el corazón se ha cansado de rebatir,
 exhausto y harto ya de tanto reclamarle,
tira el papel y se tira ya a dormir

Las tristes horas se desvelan junto a ellos,
los pensamientos avergonzados deben de estar,
pues no hay pasión que los labios resguarden,
que las olas no hayan dicho a todo el mar.

La poesía viene y la comparto,
le permito en mi casa resguardar,
el dolor que el tiempo le ha obsequiado,
el amor que hoy a mi me quiere dar.

Me observa triste, pensando y recordando,
dibuja cuanto cree me hará tomar,
aquellos dones que la vida me ha donado,
que un día tiré sin ganas de regresar…

La poesía llora sin promesas,
se sienta sola a esperar otra ocasión
en la que un beso por ella se desboque
en la desolada atracción de un nuevo amor.

La luz de la luna que en mi mesa se refleja,
baila sola el son de la aflicción,
mientras ella, la poesía, tan sincera,
se acerca y me ofrece su calor.

La pequeña musa llora y se desvela
en mi triste y alumbrada habitación,
tiene miedo de que alguien le reclame,
está triste porque me he dormido yo.

La poesía se marchita aquí a mi lado,
pues mis dedos no la quieren ya frotar,
se deshojan sus labios marchitados,
a mis pies se derrumba y nada más.

A la poesía acaricio y la tomo entre mis brazos,
no tengas miedo le susurro y algo más....              
nunca los versos podrán a mí hacerme daño,
mientras tú, triste y tan sola, continúes tomando mi lugar.

domingo, 23 de octubre de 2011

Tú :)

Me trasladas a un mundo de ensueños, significas para mi felicidad, eres el camino que guía mi destino, el beso que palpita en mis labios si te vas. La agonía viviente de la espera, el deseo desesperante de tocar, la infinita gloria de tu pecho el tentador olor de tu humedad.
Sensación insensata de la piel, que muere por en ti siempre pensar, las horas hartas se marchan a dormir junto a los tristes recuerdos que se acumulan si no estás. El desvergonzado celo se vanagloria en la inseguridad, que cobra vida en momentos que no esperas; detrás de ti se van mis ojos con cautela sin que su ama se dé cuenta de su ausencia. 

lunes, 6 de junio de 2011

El le devolvió su vida, ella lo hundió en la desesperación

Como si las ideas se marchasen porque sí,
palpitando en el fluido de tus venas,
se acercan tristes los recuerdos carmesí,
de las cosas que pensamos eran bellas.

 Y entonces el ingrato y descarado,
se aleja como si fuese una infección,
contagió sus sentidos de historietas,
iluminó su oscuridad con salvación.  
                                          
Así como le arrancó aquel castigo,
del dolor en el cual la había hallado,
 la tomo y la despojo de la vergüenza,
 aquel papel que la vida le había dado.

 Juntos en lo triste de sus pasos, a la vez lejanos y tan cerca,
que la pobre lo tomo entre sus brazos,y el desdichado se deshizo entre sus yemas.

La pasión que ella pensó una vez muerta;
 devolvió a sus sentidos la emoción;
aquel temor de descubrir lo no pensado;
ese valor de regresar lo que encontró.

 La perdió aquella noche, luna llena;
 ese día que inerte la advirtió,
creyola tonta y libre de pecado;
y el tan recio y vicioso por los dos.

Ella despierta e impaciente se aflige;
 y él incauto la toma sin piedad;
pretende cosas que en la vida ella ha obsequiado,
 recibe aquello que una vez creyó soñar.


lunes, 31 de enero de 2011

Columpiando en mis memorias II

[...] Estaba feliz, girando, veloz, imaginando (algo nuevo) recordándome, comparando, sin brincar.

Imagino la imagen que debo estar proyectando, una joven de 18 años titubeando ante la aterradora idea del brinco o no lo hago. Muchos pensarían que soy insegura (no negare que tengo mis momentos), otros por su parte les valdría lo mismo que nada, puesto que andan en la vida como autómatas pensando que son los únicos seres de su inexorablemente extinta especie. La inseguridad no tiene que ver con mi actitud para/con el momento que confronto, o al menos no tiene MUCHO que ver. Sería más bien miedo. Siempre es el miedo, al menos en mi vida jaja. El miedo que me ha perseguido siempre con diversos nombres, variados disfraces; distinta cara, pero le reconozco y le acepto como miedo. Temor a perder lo conseguido sin poder dar vuelta atrás, ya he dicho que no me gustan los volveres (si no existe esa palabra hagámonos que sí). Temo caer, ser el hazmerreír, temo saltar conseguirlo y que nadie admire lo que he logrado. Siento temor. Siento angustia, siento muchas cosas.

Estoy en el presente, las personas que vi ejercitarse continúan en lo mismo, en estas supuestas horas de recapitulaciones que han sido tan solo 15 minutos, siguen en lo mismo, caminando, otras juegan, muchos se sientan a descansar lo que no han sudado. Sin embargo tal vez unos pocos me observen ser esa niña de 12 años, con rostro preocupado y curioso que desea, teme, anhela brincar y dar ese paso a lo desconocido, la cual se aferra a lo que tiene y puede, sin temer. Continuo, rechazando lo antes afirmado, siendo esa niña que creyó crecer en el momento que no debía, que se situaba sobre su grado de madurez y que no salto cuando podía, sin modestia alguna, saltó cuando lo sentía, cuando la velocidad no se lo impedía, salté una o 2 veces, no las cuento como saltos pues lo hice siempre cuando estaba todo seguro, no tiene sentido saltar si estas a medio metro del suelo, no salté, perdón, di un paso.

Entonces recalco, no salto, no caigo, no hay aplausos, no lo consigo,  no hay burlas, no soy el hazmerreir, no soy nada; he divisado la meta y la obvio. Me canso, no me rindo, pero no lo logro. Caer nunca ha sido lo difícil, el inconveniente está en cómo y cuándo levantarse. Me sonrío, le sonrío a la niña que me observa desde el otro extremo del parque, me ve preocupada, siempre preocupada, alzo la mano y le saludo tontamente, cierro los ojos, dejo de subir y bajar las piernas, flojo las manos. Se detiene el columpio, tropiezan los recuerdos, paro de sonreír; continúa preocupada la niña de ojos café, cabello recogido, cansada, sudada, enérgica; me despido de ella, tomo mi jugo, mi billetera, mis platanitos y me marcho.

Columpiando en mis memorias I

Sentada en el parque un tiempo a solas, en el parque a solas pasa el tiempo, lo veo marchar con aquellos que han decidido levantarse temprano (son las 8:45 AM).Esos que han interrumpido el sueño por marcharse a correr para adelgazar aquella grasa matutina que con el pasar de los años se ha acumulado dando paso a esos estorbos de carne, que coloquialmente en dominicana llamamos "chichos". Sentada en el parque sin nada mejor o peor que hacer pienso. Pienso y observo a mi alrededor, me observo: ropa de ejercicios, cabello desarreglado, ojos exhaustos y mareados por la escasez de sueño; llevo un jugo en la mano derecha junto con mi billetera y en la otra una funda de comida chatarra, ésa comida que nos aporta un mínimo de nutrientes pero añade un gran porcentaje de satisfacción. Observo a mi alrededor, miro uno de esos juegos que prometen un "reto" a tu aptitud física, buscan probar si aún somos seres humanos capaces de lograr mover montañas con un poco de fe... bueno tal vez no buscan mover montañas. El juego que observo consiste en subirse a las rejas de metal y llegar al otro lado con las manos, aplicamos una fuerza puesto que nuestro cuerpo queda en el aire y debemos mantenerlo así hasta llegar al otro extremo de éste simple deporte. Deseosa de probarme a mí misma lo pienso unas veces... ¿me veré tonta? ... nada que va... me digo... total nadie está pendiente de nadie. Me decido, voy, regreso, voy, regreso. Agotada como me encontraba antes de aceptar el reto de aquella distracción me derrumbo en una banca y me quedo en blanco, vuelvo a observar. Al fondo a mi derecha encuentro entonces un columpio, siempre me han llamado la atención ese tipo de juegos así que no lo pienso tanto como lo pensé antes, entonces vuelvo y acepto nuevamente el "desafío".

Subo las piernas... las bajo, las subo y las bajo, me inclino un poco hacia delante para "tomar" el control. Mientras me encuentro en el columpio, comienzo a revivir aquellos días de agradable infancia. Sumergida en el éxtasis del recuerdo, mi mente evoca memorias que inundan mis sentidos, ya no es 29 de enero del 2011, ahora es 12 de febrero del 2001. Tenía 9 años y me encontraba como siempre en la hora de recreo (que horas aquellas jaja). Hasta los... 12 años tal vez siempre que pude opte por salir despavorida en el momento que tocaran la campana para subirme a los columpios, tuviera o no que discutir con uno que otro estudiante más joven incluso más viejo que yo, obtenía el juego a como diese lugar. Entonces subía y bajaba, subo y bajo. Por instantes suelo regresar a mi realidad, y pienso en aquel entonces, siempre pude ir a toda velocidad como ahora, siempre lograba hacer girar el columpio (ahora ya no, estas tablas no se doblan, y éste cuerpo está agotado), sin embargo hay algo que nunca pude, ni he podido hacer aún, dudo que lo haga. Brincar. Nunca me atreví a dar el brinco cuando me encontré en la punta, al borde de la velocidad y los giros. La más rápida, la que mas disfrutaba de las vueltas aquellas que inspiraban todo menos miedo o vergüenza.

Antes de continuar contándoles quiero recalcar que no estoy intentando regresar a una etapa, no, nunca me ha atraído volver atrás, sólo estoy tratando de hacer una comparación entre mi yo actual, y mi yo de antes, esa niña intrépida, algo loca, menos femenina que ahora, la cual una vez fui y me gusto ser. No estoy deseando volver atrás, me gusta quien soy.

Veloz, girando, extasiada en el columpio, no pensaba en mas nada que brincar, dar un salto hacia aquello que desconocía, que me llamaba pidiéndome que le diese una oportunidad; siempre rápida, siempre dando vueltas, sin brincar. No brincaba por temor a lo diferente, no, o eso quiero creer. Pensé, pensaba en ese momento en las cosas qué adicionaría aquel peligroso y deseado salto, a mi vida... ¿qué le sumaria? entonces no brincaba. Los demás, igual de rápidos algunos aunque sin las vueltas, otros igual de revoltosos girando en los aires más faltándoles velocidad; yo veloz y girando sin pegar el salto que tal vez cambiaría mi vida radical (o físicamente). Vuelvo al presente, veloz y revoltosa, aunque con menos energía. El viento revolotea y juega entre mis rizos, sí hoy me he dejado mis rizos, recuerdo cuanto detestaba dejarlos ser libres (y eso que estaban en todo su derecho). El viento no es el mismo pero se siente igual al de aquella vez; aquellas veces... el juego consiste en lo mismo, pero yo estoy diferente, soy diferente a la niña revoltosa que deseaba y no podía, no quería saltar; soy diferente pero no salto, aquel lugar aun no logra convencerme del todo, estaba feliz, girando, veloz, imaginando (algo nuevo) recordándome, comparando, sin brincar.